Saturday, January 20, 2007

POR UNA ÁFRICA SIN POBREZA

Marruecos está a sólo 14 Km de distancia de España cruzando el Estrecho de Gibraltar y es solamente media hora el tiempo que separa África de Europa. Pero aunque hay una escasísima separación, geográfica, entre estos dos continentes si que hay una tremenda distancia, económica, entre ambos.
Europa, la tierra prometida y sueño para millones de personas, tiene una alta esperanza de vida, el estado del bienestar más desarrollado del mundo y oportunidades para la gran mayoría de su población.
Al contrario en gran parte de África hay una pobreza extrema, altos grados de analfabetismo, padecen enfermedades erradicadas hace décadas en el mundo desarrollado y mueren de sed y hambre.

A primera vista a cualquiera que vea como subsiste la población africana se le cae el alma a los pies. Todo el mundo, con un mínimo de sensibilidad y buen corazón, se pone de acuerdo en que es infame contemplar como todavía, a estas alturas, el mundo desarrollado permite esta injusticia o incluso, como se ha llegado a calificar, este “holocausto silencioso”.
En cambio, por otro lado, no todo el mundo está de acuerdo con los desplazamientos que se producen por parte de la población pobre, provenientes de África y que tienen como objetivo Europa, para intentar salir de la pobreza y lograr un futuro mejor.

Es decir, cuando llega la hora de plantear una política de inmigración seria, ese corazoncito que antes se nos enternecía viendo a los pobres por televisión en la más absoluta miseria, por cierto, en la mayoría de los casos desde nuestros pisos, en el sofá y con una mantita encima, cambia radicalmente cuando, cara a cara, la gente los ve conviviendo con ellos, en sus barrios, escuelas y mercados, entre otros sitios.

No hace falta tener muchas luces para que uno se de cuenta como el ser humano puede llegar a ser tan contradictorio. Como, desde la distancia y cuando aparentemente no nos jugamos nada, utilizamos un mecanismo de autodefensa para sentirnos bien, algo del estilo “pobrecitos, ¿si yo pudiese hacer algo?” y luego a la hora de la verdad, en muchos casos y ya en nuestro país, no queremos mover un dedo por ellos e intentamos esquivar cobardemente el problema.
De hecho, en cuanto se habla de tener que sacrificarnos en algo, por ridículo que sea, para empezar a abordar esta temática, gran parte de la ciudadanía se lleva las manos a la cabeza y aparecen ideas de blindar el país y de construir y/o aumentar vallas y muros.

Es indignante ver como en vez de estar unidos, todos los países ricos y África, para solucionar la miseria de decenas de países africanos donde se dan torturas, persecuciones, guerras y hambrunas, únicamente nos preocupemos por nuestro bienestar más inmediato y seamos tan egoístas, tan aprovechados y tan crueles.

Todo el mundo busca un futuro mejor para él y para los suyos. El derecho a la vida es un derecho fundamental y no se puede tolerar que haya gente que viva en la opulencia mientras otros se mueren de hambre.

Como dice Mohammad Yunus, Premio Nobel de la Paz 2006, “los pobres no han creado la pobreza”, por lo que ellos no tienen la culpa de que vivamos en un mundo tan injusto.
La culpa es de muchos factores; empezando por los gobiernos corruptos de los países en los que viven, y acabando por las multinacionales sin escrúpulos, que saquean sus recursos naturales (de origen japonés, europeo o norteamericano) y a las políticas de “laissez faire” de los países avanzados.

En definitiva, si queremos empezar a solucionar esta problemática, ha de darse un auténtico pacto de desarrollo entre los Estados europeos y los países africanos, con el objetivo de proponer a la población afectada un futuro capaz de hacer que la emigración aparezca como una solución menos apetecible.

Toda persona debería tener asegurado el derecho a tener una calidad de vida digna, por lo que no podemos cerrar los ojos o mirar hacia otro lado. Un mundo sin pobreza es posible. Sólo es cuestión de voluntad.

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