Monday, December 11, 2006

CONSUMIENDO MÁS NO SOMOS MÁS FELICES

No voy a desvelaros nada nuevo diciendo que el siglo XXI ha comenzado bajo el yugo de la sociedad de consumo. Es decir, todos y cada uno de nosotros nos hemos convertido, o nos han convertido, en máquinas, todas letales y eficaces, de la compra. Por lo que, si llegada la noche nos parásemos a pensar todo lo que hemos consumido y gastado en un solo día, seguro nos llevaríamos una sorpresa.
Pero no es solo lo que compramos para nosotros, sino que también incluiría lo que compramos a los demás. De hecho, ahora en nuestro país a la gran mayoría de niños, ya desde pequeñitos, los padres les compran el móvil de última generación, tienen tele en su habitación, la última consola, y a algunos con un poco de suerte, les compran a los catorce una moto.
En cambio a los más mayores, entre la ropa, la alimentación, los bares y restaurantes, la gasolina, el ocio ( y dentro de esto entran tantas cosas…), etc., se nos va todo el dinero y algunos meses incluso hay que tirar de tarjeta para pagar el mes siguiente. Por supuesto, de la mayoría de cosas, como no, podríamos prescindir o al menos disminuir su consumo, pero claro, parece que si nos privamos de algo bajará nuestro nivel de vida y aquí cometemos un grave error.

Todo se remonta a la década de los sesenta. Ya bien pasadas las dos guerras mundiales y de haber desaparecido las fronteras, para las multinacionales, la población del mundo desarrollado comienza a consumir en masa. La gente empieza a a gastar, de una forma desorbitada, y las empresas se frotan las manos. Por lo que, para mal, estamos rodeados de cosas, de artilugios de toda clase o de “chindongos”, que a lo largo de nuestras vidas adquirimos y acumulamos.
(Los “chindongos”, para quien no lo sepa, son por ejemplo esos regalos de boda o compras que hacemos y luego se quedan guardados en el altillo y no se usan jamás. Esos que, cuando los vemos y decidimos tirarlos, luego pensamos, “ostras”, a ver si luego los voy a necesitar y acaban volviendo otra vez al armario). De tal forma que, a lo largo de los años, acabamos almacenando cosas de lo más variopintas e inservibles.
Todas estas adquisiciones, es evidente, que provienen de materias primas transformadas. Materias primas que son finitas y por tanto que algún día, más pronto que tarde, se acabarán.
El ejemplo más claro es el petróleo, pero los hay de otros como los minerales y la madera. Y si en tan pocos años estas materias primas de medio mundo, o del mundo entero, ya están escaseando, creo que no deberíamos malgastarlas produciendo en exceso y de una forma tan estúpida.
Antes comentaba que no por tener más cosas, sean más caras o más baratas, tendríamos un mejor nivel de vida y en consecuencia, más felices. Y creo que por ahí van los tiros. Pero es algo simple que cuesta de entender a mucha gente. El ser humano, a veces, llega a ser tan absurdo que cae en ese tremendo error y creo que no nos podemos permitir ese lujo.
La felicidad, como muchos saben, es un estado de ánimo que no se consigue sólo con dinero, aunque en todo caso y no siempre, pueda ayudar. Es algo mucho más complejo, y menos mal, sino todos los ricos serían felices, cosa que no se da. El dicho bien lo dice, “no hay más pobre que aquél que solo tiene dinero”. Por lo que, por sí solo, comprar "sin ton ni son" o tener mucha pasta, puede crear cierta satisfacción moméntanea, pero de esta forma, ni mucho menos se logra la verdadera y auténtica felicidad.
Después de esta puntualización, remarcaré otra distinta, pero igual de importante. Los recursos naturales están sobre explotados. Llegará un día en que no habrá más y por tanto, nuestro actual modelo de vida despilfarrador no será viable.
No podemos seguir consumiendo, el 20% de la población, los recursos de todo el planeta. Además cuando China, Rusia, la India, Brasil… se pongan a consumir en masa, habrá miles de millones de personas más consumidoras y el sistema hará un “crack”. No es cuestión de ser aguafiestas, hay que ser realista.
Tendría que haber cuatro planetas como el nuestro, con lo que consumimos en Europa, para abastecernos. Y si se llegase a consumir como en EEUU necesitaríamos siete planetas.
Así que, rotundamente y lo antes posible, debemos dar un giro de timón y conseguir involucrar a la sociedad hacia un cambio de valores. De esto depende nuestro futuro. Si no nos importa un carajo nuestro porvenir y el de nuestros hijos entonces debemos salir de esta espiral absurda.
Se puede ser feliz sin tener tanto. La plena y verdadera felicidad se alcanza teniendo un nivel de vida sencillo. El hecho de comprar y comprar nos frustra porque aunque hay quien quiere tener las últimas novedades en todo, siempre habrá otra persona que tendrá más dinero y acabará adquiriendo algo mejor o simplemente el nuevo modelito que sustituye al más antiguo.
Y como deseamos lo mejor para todos, y para nosotros mismos, tenemos que saber el camino que queremos coger. Debemos rechazar el camino del derroche innecesario y apostar por una vía que nos lleve hacia un mundo sostenible. Que nos dirija con éxito hacia la felicidad (la nuestra y la de los demás, porque en este planeta somos muchos) y hacia un porvenir prometedor.

1 Comments:

Anonymous Anonymous said...

bueno, ya te dejo yo un comentario, que seguro que éso te hace feliz, pero que conste que no me lo he leído entero. Es por caridad, hermano. Feliz navidad

8:00 AM

 

Post a Comment

<< Home