Este artículo va dedicado a las juventudes que colaboran en los diferentes partidos políticos de nuestro país. Personas que no trabajan para cobrar un salario, si no que desinteresadamente y sin esperar nada a cambio, participan con ilusión y dedican parte de su tiempo a una organización política. Da igual si es de derechas o de izquierdas, hoy, lo único importante es resaltar esa gente comprometida con unos ideales democráticos y que espera algún día vivir en un mundo mejor.
Digo esto porque en la sociedad actual, muchos de nuestros mayores e incluso no tan mayores, y esto último me molesta especialmente, critican a la juventud de no tener ideales, de no comprometerse con nada y de falta de valores. Y sinceramente, creo que los partidarios de estas tesis están muy equivocados.
Si que es verdad que en muchos casos, aunque no creo que en más que otros tiempos, hay gente que no respeta a los demás, muchas veces ni siquiera a sí mismo, que no lucha por nada, gente conformista, que le da igual lo que pase a su alrededor y que no se inmuta al ver injusticias. Pero eso ha pasado en todas las épocas y no se puede generalizar.
En cambio, si que hay gente que participa de forma activa en la transformación de nuestro mundo, porque creo en la frase tan conocida “de que otro mundo es posible, y que todos podemos cambiar el ámbito donde vivimos”.
Creo firmemente en las juventudes de nuestro país. Creo en la gente, sin especificar edad porque para esto no hay edades, que se levanta por las mañanas con ganas de cumplir sus sueños. Y que además los cumple.
Individuos que quieren ser protagonistas de primera, y no de segunda o de tercera, en su vida. Que no están dispuestos a caer en la cómoda y fácil frase de decir “que el poder esta en manos de unos pocos y que no se puede hacer nada”.
Las juventudes de los partidos políticos son una de las muchas organizaciones que participan y se interesan en los problemas de nuestro día a día. Ya sea yendo a manifestaciones, colaborando en actos de sus municipios, asistiendo a charlas y seminarios de formación o haciendo mil y una actividades. Todas ellas con entusiasmo y alegría.
Hay mucha gente maravillosa, a veces más de la que pensamos, que quiere poner su granito de arena para poder cambiar cosas, para poder eliminar desigualdades.
Esa gente si que vale la pena. Lo que no me vale son esas otras personas que tras el escudo, “yo no puedo cambiar nada”, no hacen nada más que quejarse y criticar negativamente sin aportar nada constructivo. De esa forma se demuestra sus pocas ganas de hacer algo por los demás y de ser positivo en la vida, y por el contrario, sus muchas ganas de querer entorpecer el camino de los que si apostamos por mejorar y por dejar un planeta mejor del que nos ha tocado vivir a nosotros.
A estos individuos hemos de recordarles que no hay ser humano perdedor, que uno siempre puede hacer más cosas de las que cree y de que vale la pena involucrarse para lograr el bien común.
Todavía queda mucho por hacer. Siempre quedarán cosas que habrá que cambiar. El ser humano es capaz de cometer errores una y otra vez. Pero ahí estará esa gente que se moja, en especial esos jóvenes, que sin contraprestación ninguna y con pasión, afrontarán y abordarán esas dificultades. Gracias a todos ellos y a todas ellas. El futuro es nuestro.
