Monday, February 12, 2007

NUESTRO CINE

El pretérito año ha sido muy interesante para el cine español. Tanto en cifras de espectadores, que señalan que cada vez hay más público de películas made in Spain, como las cantidades económicas recaudadas, nos indican que vivimos un momento inmejorable.

Y es que nuestro cine está de moda. Después de pasar tantos años en la cola de la cinematografía europea, nos hemos superado a nosotros mismos y hemos dejado con la boca abierta a todo experto internacional, por más exigente que haya sido.

Durante siglos, artistas españoles de todas las ramas, han llenado museos de todo el mundo. Por lo que además de ser una tierra con mucho sol y playa, y de ser el segundo país del mundo en turistas, después de Francia, somos una tierra exportadora de genios. Es decir, de personas que han marcado un punto de inflexión, a nivel internacional, en los diferentes sectores en los que han trabajado.
Pero aunque hemos abarcado todos los ámbitos artísticos, en cine, nunca habíamos podido gozar de tanto maestros y obras de arte, cinematográficas, realizadas en un mismo periodo.

Uno se da cuenta que, a pesar de los diferentes momentos históricos que España ha vivido y en los que nos hemos encargado de frustrar, en demasiadas ocasiones, toda idea u obra innovadora; menospreciando a científicos, marginando a arquitectos, fusilando a poetas, expulsando a pintores o quemando libros, entre otras aberraciones, a día de hoy, en cine, estamos por fin, reconociendo la genialidad y profesionalidad de nuestros eruditos.

Curiosamente, el trabajo de unos pocos esta dando prestigio a unos muchos y esto nos hace pasar un momento único, y seguramente irrepetible, para todo amante del séptimo arte. Es paradójico como en los años sesenta Italia era el país europeo con mejores directores con Pier Paolo Pasolini, Bernardo Bertolucci, Marcelo Mastroiani, y Federico Fellini, y, en cambio, ahora, somos el referente europeo con maestros de la talla de Pedro Almodóvar, Alejandro Amenábar, Fernando Trueba, José Luís Garci, y la increíble Isabel Coixet, entre otros.

Todo Estado quiere tener a su cine en lo más alto y, la verdad, son muchos los que están dejando el pabellón alto, consiguiendo dar mucho prestigio a nuestro país. De tal forma que debemos aprovechar disfrutando de lo nuestro y de los nuestros con orgullo.
Porque aunque se tenga recordar, a veces, nos tiende a gustar más lo que nos queda lejos que lo que tenemos cerca (ya lo dice el dicho, no hay profeta en su tierra) y eso es profundamente injusto.

Además, el cine, no únicamente sirve para ganar dinero (aunque a algunos les cueste reconocerlo) o para que unos cuantos logren la tan ansiada fama internacional, sino que también, es una herramienta extraordinaria para transmitir cultura y educación.

De hecho, la mayoría de películas suelen dejar una huella al espectador. Ésta puede ser de muchas clases (satisfacción, tristeza, buen humor, indignación…) Siendo los sentimientos que se viven a través de ellas muy diversos.

Precisamente, eso es lo que hace que el cine sea algo maravilloso. A priori, lo que casi todos queremos, cuando vamos al cine o nos ponemos delante de nuestra pantalla particular, es evadirnos y olvidar, por unas horas, esos problemas que nos atormentan o que nos mantienen tan ocupados en nuestro día a día.

Y haciendo este acto, en busca de unos instantes de tranquilidad, muchos de los films nos hacen reír, y con otros, en cambio, se nos cae alguna lagrimilla. En otros casos, simplemente lo que pretendemos es entretenernos y pasar un buen rato, pero lo que normalmente se consigue es reflexionar y aprender. La cultura y el arte van de la mano y, si el arte nos hace más sensibles ¿Por qué no lo iba a hacer el cine?

El arte te hace sentir y con el cine sientes y mucho. En su mayoría, toda película tiene texto, fotografía, imagen, interpretación y música, por lo que una de los artes más completos y, por tanto, se le ha de apoyar, sin titubeos ni racanismos, con más dinero público.

En la actualidad, solamente se le dedica un 12% del presupuesto de cultura, por tanto, las cifras son ridículas. Si queremos seguir creciendo en este sector, debemos dedicar más recursos para, en la medida de lo posible, aumentar las distribuidoras españolas y hacerlas más fuertes para que puedan competir, con nuestro principal rival, el cine norteamericano.

Se han de crear las bases industriales adecuadas, para que el cine, como bien cultural, tenga una industria detrás que la propicie y apoye. Hay mucha gente detrás de cada producción: actores y actrices, directores, productores, cámaras, guionistas, técnicos… y se les ha de apoyar y demostrar que estamos con ellos.

Un país vale lo que valen sus ideas y sus ideas están, entre otros lugares, en el cine. El cine es cultura y la cultura aporta respeto a la diversidad de la vida para hacer un mundo mejor. Esto es algo que no se nos ha de olvidar.

Thursday, February 08, 2007

PAZ PARA LA INFANCIA

En nuestra vida cotidiana no esta presente el trabajo infantil en el mundo. De hecho, aunque no nos demos cuenta, muchos de los objetos que nos rodean son realizados por niñ@s explotados laboralmente. Niñ@s que en vez de estar estudiando o jugando tienen que trabajar en condiciones infrahumanas, un sinfín de horas y en muchos casos con materiales altamente tóxicos.
Las cifras son escandalosas. A día de hoy se calcula que aproximadamente 246 millones son sujeto de explotación infantil en el planeta. La inmensa mayoría viven en Asia, África e Iberoamérica.
Es lamentable que en pleno siglo XXI no se haya erradicado por completo el trabajo forzoso y la esclavitud de infantes. Es indignante contemplar como muchas empresas, entre ellas multinacionales bien conocidas por todos, se están forrando explotando y maltratando a menores.
Que sea tan apetecible contratarlos esta a la vista de todos. Son más obedientes y trabajan mejor. Además ganan hasta diez veces menos que un adulto y los horarios no bajan de 12 horas diarias, desde el alba hasta el amanecer y en muchas ocasiones, encadenados.
La conclusión a todo esto es evidente. Los menores tienen un empleo porque son más fáciles de explotar. Un niño resulta más rentable que un adulto debido a su indefensión, sumisión y al hecho de que realiza el mismo trabajo, sin ningún tipo de queja y a cambio de una remuneración ínfima.
Uno de los grandes problemas es que, en muchos países subdesarrollados, la explotación infantil está asumida dentro de la familia como una fuente de ingresos aceptada por la totalidad de sus miembros. En ocasiones los padres contraen deudas que no pueden pagar y necesitan de más sueldos para poder subsistir. Por lo que las principales causas del trabajo infantil son la explotación económica, conflictos armados, marginación social, valores sociales y circunstancias culturales y básicamente la extrema pobreza.
Pero otro de los problemas es que los países industrializados están implicados en este drama debido a que, habitualmente, adquieren productos en los cuales los niños y las niñas de los países en vías de desarrollo trabajaron.
Hay que poner solución, de forma inminente, a este fenómeno. No podemos dejar pasar ni un día más sin luchar contra esta lacra. Hay que concienciar a la sociedad española de esta realidad y se ha de garantizar que los productos procedentes del Tercer Mundo sean elaborados en unas condiciones dignas de trabajo, salario y edad.
La comunidad internacional no puede permitir que se vulneren los derechos humanos y entre éstos los derechos del niño. Es una práctica inaceptable que les hace perder su infancia, que no conozcan el cariño ni la diversión, que su autoestima esté por los suelos y que no puedan ir al colegio. Cuando lo que necesitan es amor, comprensión y respeto se les condena a la incultura, a la soledad y al sufrimiento. Es indecente perpetuar esta situación.
No podemos dejar de garantizar que las nuevas generaciones de menores de todo el mundo gocen de sus derechos más elementales. Es inmoral que veamos tan clara y constantemente atacados sus derechos y que no seamos capaces de defenderlos. Es imperdonable que se explote, asalte, viole, asesine a los niños, y que no se revuelva nuestra conciencia ni sintamos que se desafía nuestra dignidad para oponernos, frontalmente, a la cara más criminal de un sistema que es, en el fondo, infanticida.
La voluntad política de los estados y la colaboración con organizaciones solidarias (éstas están realizando un magnífico trabajo) es la única forma de combatir este mal global. Ante todo los países industrializados deben comprometerse a no adquirir productos en los cuales se haya usado niños, pero deben comprometerse, a la vez, en ayudar al desarrollo de los países pobres y en vías de desarrollo para hacer desaparecer por completo la explotación infantil.